noviembre 11, 2007

Ley del mordisco amoroso

“Todas las partes del cuerpo que pueden besarse, pueden también morderse, a excepción del labio superior, el interior de la boca y los ojos”…

Ley del Mordisco Amoroso en el Kama Sutra

Paradita, paradita, así, paradita- le decía él mientras la tomaba por la cadera y le mordía la espalda, incertándole los dientes hasta transformar su piel en un cielo plagado de nubes quebradas.- Paradita chiquita, no te muevas- le seguía diciendo mientras con sus grandes manos le apretaba la cadera y la acercaba hacia sí, restregándola contra él. Mientras, ella se miraba al espejo y obserbava la imagen: él detrás de ella, embarrándose sus glúteos en la pelvis, mordiéndola; ella semidesnuda, veía como sus pechos colgaban de manera natural por la postura en la que estaban, y sentía, sentía ese dolor en los ovarios, comenzaba a gemir involuntariamente, el aire se iba. Él ahora, con una mano la empujaba presionándola del bajo vientre hacia su cuerpo y con la otra enredaba los dedos entre el cabello de ella y comenzaba a jalarlo entre tironcitos suaves y contundentes. Ella, no podía más, se desvanecía entre esas sensaciones, sentía que moriría- Ya es hora chiquita, no puedo más- le dijo, y mientras, bajaba el cierre de su pantalón para sacar un pene hermoso, moreno y grande que dejaba ver un lunar perfecto en su base. Comenzó a untarlo entre los glúteos de ella, que aún no se había quitado las pantaletas- Ven chiquita, te quiero ya, paradita, me gustas paradita no te muevas- le decía al oído. Mientras ella, pasaba una de sus manos entre las piernas de ambos hasta llegar a los testículos de su hombre para acariciarlos de atrás hacia delante, y cada vez que él sentía esa caricia abría la boca y desvanecía su cabeza gimiendo ahogadamente. Él, en un lapso de recuperación y fortaleza arrancó de un tiro las pantaletas de su compañera, miró detenidamente entre las pompis de ella una vulva perfectamente hinchada para introducir su bello pene en una vagina igualmente hermosa, rosada y completamente mojada. Él comenzaba una danza de ritmo constante, parpadeante, apretándola cada vez más de las caderas, detrás de ella, encajándole las uñas, marcando su piel de medias lunas, gimiendo como un león que está dispuesto a todo. Ella sentía que se le iba la vida, atravesada, equilibrando con todas sus fuerzas el peso de ambos entre sus rodillas y sus manos.
-¡Espera¡- articuló débilmente ella- quiero verte, quiero mirar tus ojos, quiero ver la ventana por la que se me puede ir el alma-.
Entonces cambió bruscamente de postura y se acostó frente a él
–Ven- le dijo imperantemente- te quiero cerquita, quiero sentir tu corazón-.
Él acudió al encuentro y comenzó a besarle compulsivamente todo el cuerpo con los labios, después con la lengua hasta que los dientes aparecieron una vez más para llenarla de mordiscos amorosos, mordiscos ocultos, mordiscos hinchados, mordiscos silenciosos, mordiscos desesperados, mordiscos con labios y con dientes, salubres, tóxicos, agridulces, desconfiados, tibios o mojados. Entonces, él se transformó en un jabalí y comenzó a dejarle marcas que alternanaban con sus dientes y trozos de piel enrojecida. Pero ella, que estaba tendida debajo de él, colocó un pie en el hombro de su amante, permitiendo con esto una nueva y maravillosa penetración, estirando la otra pierna sobre el lecho parecía una preciosa rama de bambú con una enorme hendidura que él disfrutaba casi hipnotizado. Ambos se gozaban, como se gozaban hasta explotar como dos cometas que han decidido lanzarce al vacío.
Unos minutos después ella lo acariciaba tiernamente con las yemas de sus dedos, había tanto silencio en la habitación que se podía escuchar el rozar de sus yemas con la piel de su hombre, permanecían callados hasta que él rompió el silencio…
-Va a doler- dijo
-¿Qué?- preguntó ella
-Esto va a doler cuando termine- respondió- y ya no hay retorno.


Imagen: Will Santillo

2 comentarios:

Noemí Mejorada dijo...

Qué final, te juro que se me enchinó la piel...

Samantha dijo...

¿Qué tal con los No retornos?, lo cabrón es creer que no va a pasar, como pretender morder la puntita de un chilito verde sin enchilarse, jejeje, qué alburera ando.

Besos mujer de la piel chinita.