noviembre 10, 2008

God Knows





El Perro del Mar

octubre 20, 2008

Después del incendio...




Todo comenzó con un incendio, el fuego consumió en aquel tiempo todo cuanto encontró en su camino y lo confieso: quise huir, era imposible seguir respirando, sin embargo cuanto más intentaba separarme, más me fui internando en su centro y sin darme cuenta encontré confort en la espesura más densa de los árboles que resultaron ilesos. El movimiento del viento, que poco a poco fue siendo menos tóxico, me fue llevando hasta disfrutarlo como una lluvia después de una larga sequía. Lo he visto morir, lo he visto humedecer, lo he visto languidecer y quedar en los huesos, lo he visto robustecer y llenarse de colores, lo he visto crecer, lluvioso, líquido, fértil. Sé que puede volver a enfermar, que el fuego se adhiere sin piedad y también sé que mientras más me aleje de él, más cercana será mi autodestrucción.








Pequeño post dedicado a todos los amigos que han entrado a este bosquecito, que por éstas fechas cumple un bonito año de vida y que con su toque han contrubuído a su reforestación. Gracias a mi Rotita hermosa, a la Reyna Galáctica, gracias Pete, User Name, Lilith y a todos los que en algún momento han dejado huella de su visita. Besos a todos.






Imágenes: Eugenio Recuenco

octubre 09, 2008

La disolución de la sangre...

La disolución de la sangre significa disolver, eliminar lo que podría causar sangre y heridas: evitar el peligro.
Del hexagrama Huan (La Disolución), Libro de las Mutaciones







Dicen que ocurrió en el kilómetro 19, que el carro se volcó justamente en la zona llamada “El Columpio”, pasando el puente. Cuentan algunos testigos que el vehículo se volcó aparatosamente, que giró alrededor de cuatro a cinco veces, que cualquiera que viera los restos, pensaría que había muerto. No le permitieron mirar las fotografías pero en su rostro quedaron cicatrices que esconden silenciosamente la historia que ella no ha podido recordar.

Desde el día del accidente perdió algo, no en su cuerpo, pues a pesar de la reconstrucción quedó entero; extravió algo profundo cuyo nombre ignora, lo más probable es que no se hubiera percatado de su existencia a no ser porque comenzó a sentir la ausencia, como un órgano interno que solo se reconoce a través de los espasmos. Desde entonces padece la separación, sensaciones fantasma que señalan el dolor de una amputación desconocida.




Ha pasado noches enteras sin poder dormir, desea regresar al lugar, tocar el asfalto, el punto exacto donde ocurrió. Desea pedir perdón, no sabe a quién, quizás al camino, quizás a la muerte, pero en la profundidad de su vacío sabe que no es ella, ni la enfermedad las que le hicieron ingresar a esa angustia; no fue haber rozado la extinción, ni el asumirse perecedera, es algo que va más allá, inefable.
Hasta el momento lo único que es capaz de asegurar es una verdad que esconde y solo se susurra a sí misma cautelosamente: desde el día del accidente soy mala, perversa y oscura. Y efectivamente desde ese día brotaba de ella un sentimiento de desintegración incontenible que la impulsaba a destruir todo indicio de placer, se instalaba en ella una voz tan sádica que le imposibilitaba pensar o sentir cualquier cosa que fuera agradable, creaba imágenes que después exterminaba en cuestión de segundos, pero solo era cruel consigo misma, se había empezado a odiar tanto que no controlaba los impulsos de autodestrucción que con el paso del tiempo se iban acentuando más y más.





Regresar, pensaba que la única posibilidad de sentirse mejor era regresando al lugar, besando el suelo, suplicando una respuesta y tal vez, incluso, tal vez existiera la oportunidad de recuperar lo perdido.

Una noche se dispuso a solucionarlo, la vida había empezado a convertirse en un infierno que no estaba dispuesta a seguir habitando, por lo que decidió volver y guiarse por los vagos datos que tenía en la fragilidad de su memoria. Subió a un vehículo y tomó la carretera, se dirigía al mismo lugar, ella recordaba una laguna y un barranco, creía que todo había ocurrido en el kilómetro 16, pisaba el acelerador y conforme se iba acercando sentía en todo su cuerpo un temblor, su estómago se encogía y el pánico comenzaba a adueñarse de sus manos, estaba a punto de perder el control una vez más conforme iba reconociendo el paisaje, cuando de repente un camión que se acercaba en el carril contrario, la alumbró perturbadoramente con sus luces, fue cuando reconoció el lugar, definitivamente lo había encontrado, sintió una gran emoción, pues creía que por fin obtendría las respuestas que necesitaba. Detuvo el auto y se bajó, lo reconoció, buscó en el espacio, tocó la tierra y solo experimentó el vértigo de un recuerdo que tortura, pero no encontró nada y lo más probable es que nunca lo encontraría. Lloró al sentir la inutilidad de sus esfuerzos, se sentía condenada a vivir atormentada para siempre.

Después de largas horas de llanto regresó al auto, ya se podía percibir la luz de un sol que quiere comenzar a salir, era una madrugada helada, sus cristales se empañaron y al retomar el camino de regreso se topó una vez más con un camión de carga que venía de frente, por el carril opuesto, esta vez las luces que emitía no le resultaron tan desagradables, al contrario, fueron la señal que necesitaba para tomar la decisión; giró abruptamente el volante y se dejó ir de frente al autobús para estrellarse por completo, después de todo, comprendió que lo único que había pasado era que una parte de ella había muerto prensada en el accidente anterior, ahora tomaba la oportunidad de morir por completo y así fue.



Imágenes: Lilya Corneli

septiembre 29, 2008

El desprendimiento...

(...) Puse un fajo de fotografías en un sobre, lo pegué, lo até con una cinta y lo metí en el fondo del cajón. De vez en cuando, saco el sobre, lo toco, bajo las yemas de los dedos siento el dolor y sé que todavía no es hora de abrirlo. Pero un día, cuando el dolor desaparezca, lo abriré, miraré las fotografías y las clasificaré en el álbum. Las seleccionaré atentamente, las colocaré con esmero cuidando de que no se me escape ningún error. Me sentaré en esa ocasión junto al cristal de la ventana contra el que golpearán las primeras gotas de lluvia otoñal...

Dubravka Ugresic, “El Museo de la Rendición Incondicional”






¿Ya lo sentiste?, comienza el desprendimiento, el tiempo se llena de color sepia y la piel suelta más partículas de lo acostumbrado. Todo pareciera explotar silenciosamente como endometrio que todavía no recibe a un blastocito para darle alojamiento.

Imagen: Kelly Smith

septiembre 18, 2008

Un ecotono en la memoria...

Ha sido necesario escabullirse, mecerse entre sus propias ramas, buscar el ecotono que le posibilitara reconocer un nuevo bosque. Existe una cascada en la que pudo ver su cuerpo diluirse, golpeando entre las rocas que, como tortugas gigantes cobijaban el olvido...








Aun cuando todavía aparecen indicios de intromisión, aun sabiendo que hay depredadores que nunca mueren, logró encender una fogata para mantener vigilado el dolor, algunas veces se le escapa, se le derrama como sangre de remota coagulación; algunas otras, lo cobija entre sus brazos y lo besa con devoción, como si de ello dependiera la reivindicación de las fronteras, como si así lograra transgredirse abriendo otra dimensión para soportar todas las tesituras de la memoria. En otras ocasiones, lo amarra con un hilito y camina despacito, con él a su lado, lo conoce, lo toca, lo escudriña, sabe que no pasa nada, nunca se irá y no pasa nada, nada.
Imagen: Natasha Gudermane

septiembre 05, 2008

Sin más qué decir...



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agosto 29, 2008

Pequeños Retazos de un Ataque de Pánico


Los escenarios cambiaban con cada temblor, todo alrededor se caracterizaba por sus derrumbes, lo importante era tratar de encontrar un punto fijo para adquirir equilibrio.

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A veces se abrían pozos interminables en los que era inevitable caer para llegar a otro lugar igualmente inestable, había que correr de un lugar a otro sin ninguna referencia mas que la de evitar la caída.

***


Las ganas de estar solos se contradicen con la imposibilidad de soportar la soledad.

***
Lo que faltaba era aceptación, los síntomas no desaparecerían pero era importante saber que había significaciones alternas por encontrar.

***


Era una cuestión tan primaria que se obstruía el proceso respiratorio: ansiedad de ahogo. El tórax, los genitales y las piernas, sustentaban la ansiedad de una caída.


***

Solo era cuestión de encontrarse en una mirada, un apretón para plantarse y encontrar el arraigo que permita habitar el propio cuerpo.







Imagen: Natalia Gudermane
Canción: Pauline en la Playa

agosto 22, 2008

Terapia Intensiva


Entra hasta la habitación, abre las cortinas, observa por favor lo que hay en la cama, no lo toques todavía, nada más observa. ¿Puedes verlo?, aun respira cálidamente, es tan suave y tan frágil que cualquier movimiento en falso lo puede desvanecer. Cúbrelo con tu mantita favorita y ahuyenta el frío, no permitas que regrese la hipotermia. Ponle música, la que más te guste, te puede escuchar todavía. Acarícialo, acarícialo mucho y despacio, querrá despertar, querrá huir pero mantengámoslo así, protegido, cobijado, aun faltan muchos recursos por agotar, no se le puede dejar así. Démosle besos de manzanas rojas y caricias de berenjena, que se desborden las cerezas con todo y lo agridulce de sus venas, no le niegues tus miradas de lunita menguante, que tenga la certeza de que probamos hasta la última pócima, hasta el último brujo, que no le quede ninguna duda de que lo hicimos todo, absolutamente todo para evitar que muriera.
Imagen: Natasha Gudermane

agosto 11, 2008

Horno Fértil


Desde la cocina de su hogar espera el momento, tiene mucho, mucho tiempo trabajando en la construcción de su hogar interno, por lo que cada día se siente más segura para recibirlo, mientras, prepara postres reconfortantes esperando su llegada. Quiere darle la bienvenida dulcemente, ahora es momento de suavidad, después de tanto tiempo de acidez y oscuridad, está lista para internarse en otras texturas.
Pasa horas experimentando sabores, olores, hace combinaciones nuevas, variaciones de los recetarios y ya tiene una especialidad, un hermoso y sencillísimo pan de elote con mermelada de zarzamoras, cuya receta tenía escrita a mano con letra apretadísima y chiquita en una servilleta y que dice así:

Para el pan:

Tres elotes tiernitos y jugosos
Dos tazas de harina para preparar panquecas caderonas y pecosas
Dos barritas de mantequilla derretidas a fueguito manso
Cuatro huevos guapos y consistentes
Lecherita
Un chorrito de Vainilla

Para la mermelda:

Un cuartito de zarzamoras sexys y maduritas
Azúcar, mucha azúcar

Ella mezcla los ingredientes con mucha delicadeza, piensa que una de las mejores maneras de regalar amor es a través de la comida, nutriendo y compartiendo sensualidad en los paladares. Hornea el pan con tanta emoción que pareciera que cuida de una criatura muy frágil, lo observa hasta que está listo y al final lo decora hasta dejarlo completamente antojable.

La fertilidad de ese momento está a flor de piel. Ella lo sabe, se siente lista para darle paso, aun no sabe quien es, quizás aun ni siquiera lo conoce, pero lo puede sentir, se estan buscando, ella lo espera, sentada en la terraza con vista al bosque, mientras se fuma un cigarrillo, no tiene prisa, aun quedan muchos panecitos por descubrir.
Imágen: Ira Bordo

julio 28, 2008

En busca de un argonauta



Todo empezaba con una pequeña gotera, y de repente su habitación se convertía en un inmenso mar, compartir la cama era entonces, navegar hacia la profundidad de ese océano. Sin embargo, no todos los tripulantes estaban dispuestos a llegar hasta el final, algunos preferían arrojarse al agua antes que compartir la vulnerabilidad del viaje; otros trataban de aventarla a ella en pleno mar abierto. Incluso, la última vez estuvo a punto de morir entre los dientes feroces de un tiburón hambriento y, aunque estaba acostumbrada a viajar sola, navegar a ese nivel era imposible sin compañía, por eso se aferraba tanto a buscar un buen acompañante, capaz de mantenerse a bordo del barco por lo menos durante el tiempo que durara el traslado hasta volver a tocar tierra. La profundidad del mar era aterradora pero también había algo de eso que le fascinaba como ninguna otra cosa en el mundo. Y ahora, después de tanto recorrer las enormes aguas marítimas, por primera vez sentía la claridad de buscar más allá del tacto, transgrediendo las búsquedas visuales que solo la habían llevado a dejarse llevar por el engaño de falsos viajeros, los que fingían estar dispuestos a experimentar el frío implacable del agua, los que se aferraban a la superficie terrestre, los que la dejaban sola en alta mar.
Por el momento, regresó a su puerto, espera y sabe que aparecerá el argonauta capaz de sostener el barco sin la horrible sensación de estar al borde, con la incertidumbre de poder morir ahogada.



Imagen: Eugenio Recuenco

julio 11, 2008

Renuncia Irrevocable





En su piel se desliza el tiempo, es solo cuestión de dejarlo ir, no hay más por el momento. Tan solo permitir que las palabras vuelen como mariposas fugitivas; no hay conceptos, no hay lenguaje, solo queda el cuerpo con su renuncia irrevocable.





boomp3.com


Imágen: Eugenio Recuenco

julio 03, 2008

On My Way




Cocoon

junio 26, 2008

Secuelas de un Shock Epidérmico





No sucedía todas las noches, pero cuando pasaba, eran los peores momentos de su vida. Algunas veces, cuando él intentaba dormir, ella aparecía por su ventana y realizaba para él una danza de movimientos tentadoramente insoportables. Desde la lejanía se iba escuchando el aterrizaje acentuado por sus zapatillas de tacón, sonido que provocaba en él un completo shock epidérmico; y ella tan diabólicamente segura de su infinita belleza, se burlaba de él provocándolo, restregando su cuerpo en el cristal que se empañaba con su aliento. Él se retorcía en la cama e intentaba taparse con las sábanas para no mirarla, se esforzaba con todas sus fuerzas para negar la presencia de esa mujer con alas que deseaba culposamente, pues no podía permitirse caer en la trampa de ese cuerpo que se le entregaba libremente, como una luciérnaga que ilumina con su ingenuo brillo el camino de alguien que se niega a estar acompañado.

Para ella, esta situación resultaba divertida, pues efectivamente con la soltura que la caracterizaba, no tenía hasta ese momento nada puesto en juego, salvo la posibilidad de estar con él, de llevarlo lejos de esa habitación en la que permanecía cautivo, en su mundo de mentiras en el que vivía como conectado a un respirador artificial, protegido y medio muerto. Ella jugaba, se burlaba de él y de sus estúpidos límites y se había propuesto seducirlo hasta transgredirlos, hasta que cediera a la tentación y se fugara con ella a un mundo vivo, peligroso y contaminado, pero real.

Una de esas noches, ella llegó especialmente incitadora, se fue acercando hasta el cristal de la ventana y al sentirse contemplada, dio inicio a su danza cadenciosa y juguetona como siempre, pero esta vez quería llegar un poco más lejos, entonces comenzó a desnudarse lentamente; él temblaba de deseo, de pánico, nunca la había apetecido tanto como esa noche, nunca se había percatado de cuan hermosa era. Pero sufría, sufría demasiado, pues para tocarla tenía que traspasar los cristales que lo separaban del mundo al que había renunciado con la convicción de no volver jamás. Desesperado trataba de no mirarla pero no podía, sus ojos estaban completamente hipnotizados por ese cuerpo maravilloso y lleno de vida.

Se dejó llevar, rompió los cristales con desesperación y la tomó entre sus brazos, la besó con tanto deseo que estaba a punto de colapsarse, la acarició impetuosamente, recorriendo todo su cuerpo, pero al rozar sus alas, sintió un inmenso odio que no pudo contener y descubrió que más que la tentación de estar con ella, era la ambigüedad de poseerla y destruirla lo que lo atormentaba, sin embargo, dominaba el odio que le despertaba esa maldita mujer que comenzó a estrangular con toda su ira.


Aun no se explica cómo pudo huir de aquel hombre que resultó envenenado, solo recuerda que estuvo a punto de morir entre sus manos. De las secuelas, ni qué hablar, pues todavía no le vuelven a crecer las alas que perdió esa noche, y aunque no está segura de que las recuperará y a pesar de que nunca se imaginó que estaban en riesgo, sabe que encontrará otra manera para poder seguir volando.
Imágenes: Lilya Corneli

junio 23, 2008

Any More







Aaron Thomas

junio 06, 2008

La mujer que se rompió para encontrarse...





“Hay en las cosas que se rompen
algo como un deseo
de escaparse de sí mismas
para luego buscarse
en otros sitios”

Gabriela Aguirre Sánchez






Se internó en la profundidad de un bosque, los árboles tenían una espesura tal que difícilmente lograba penetrar la luz de la luna, no tenía miedo, esta no era la primera vez. Continuó caminando hasta que sus piernas, con agudas punzadas le recordaron la sensación de cansancio, esto la reconfortó bastante, su objetivo de alguna manera se estaba logrando, así que encontró debajo de un árbol enorme el lugar perfecto para descansar.

Se quedó dormida y soñó: una sombra de largas uñas se recostaba a su lado y rasgaba su vestido suavemente mientras emitía un sonido extraño, algo como el ronronear de un gato maduro. De repente comenzó a sentir miedo, tanto que trató de moverse para despertar y huir, pero el ronroneo se fue convirtiendo extrañamente en un aullido, el aullido de un hombre lobo. Despertó precipitadamente, su corazón saltaba con tanta fuerza que podía escuchar sus propios latidos, sin embargo, un efímero alivio la reconfortó, pues tan solo había sido una pesadilla, pero, al cabo de un lapso de silencio, lo volvió a escuchar; entonces entendió, lo había encontrado, era el momento de encarar los resultados de su búsqueda.

Se quedó quieta, tratando de relajarse y controlar el temblor que dominaba todos sus músculos, sabía que no había marcha atrás, además los aullidos, que cada vez se intensificaban más, la fueron atrayendo de una manera que difícilmente podía eludir. Se fue dejando llevar hipnotizada hasta encontrarlo, él estaba ahí y le aullaba a la luna de una manera tan lastimera que, sin darse cuenta comenzó a llorar. Sentía su rostro empapado y una fascinación tan profunda que lo amó en ese instante, se dejó perder en la inmensidad del bosque y en la intensidad de los aullidos de ese hombre-lobo. Por lo que decidió acercarse, quería tocarlo, abrazarlo, besarlo hasta que dejara de aullar tan tristemente.

A pasitos lentos se fue acercando y cuando estuvo a punto de tocarlo él volteó para morderla violentamente, no pudo esquivar la mordida, sin embargo entendió el peligro en el que estaba y comenzó a correr, no sabía en donde tenía la herida, sin embargo su vestido estaba empapado de sangre. Mientras corría podía sentir todo su cuerpo, toda enterita estaba huyendo para salvar su vida, el problema es que estaba perdida, ya no sabía por donde regresar, pero siguió corriendo, él iba detrás de ella y cada que lograba alcanzarla no perdía la oportunidad de lastimarla. Pero algo inesperado pasó, ella cayó en un hoyo recóndito del bosque, se fue hundiendo hasta tocar el fondo completamente rota en pedacitos, como una pieza de cristal que se transforma hasta que no queda ni un ápice de lo que era.

Ha pasado mucho tiempo de eso, cuentan algunos que desde esa noche un espíritu delicado y luminoso se pasea entre los árboles, pero la verdad es que ella encontró otro espacio para vivir y ahora está contenta pues al romperse no solo escapó del hombre-lobo, también descubrió que rota, ya no tiene nada qué perder y sí nuevas formas de caber en la inmensidad de cualquier esfera.
Imagen: David Field
Cuentito dedicado a Noemí Mejorada, la mujer a la que no le importó romperse para encontrarse en otro sitio.



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mayo 28, 2008

Un refugio para besos viajeros y sin reloj...





Huían, ellos huían del frío, del calor, del dolor, de la costumbre y antes de llegar al refugio temporal estaba todo claro, tuvieron mucho tiempo para plantear la situación en la que se darían las circunstancias, por lo mismo habían postergado ese momento. Cada uno se protegía a sí mismo de las posibles consecuencias y también se cuidaban mutuamente. Ella temía porque conocía su gran capacidad de adhesión y porque después de lo que pasara entre ellos no tenía un suelo muy firme para aterrizar. Él tenía miedo porque a pesar de contar con un lugar seguro para tomar tierra, no le era suficiente, y para eso se necesitaban.

Llegaron a una esfera apartada de su mundo cotidiano, muy lejana y también muy hermosa; ella apretaba sus manos y hacía nudos su vestido, en el fondo una extraña emoción, que no se quería permitir abiertamente, le apretujaba el corazón. Él entró en un silencio profundo, sin embargo cada vez que la miraba dejaba ver mucha familiaridad e incluso ternura en sus ojos. Alguien abrió la puerta de esa esfera y se permitieron entrar suavemente, como prófugos que no quieren ser reconocidos, tenían un poco de resistencia más no la suficiente para renunciar, además a esas alturas ya era demasiado tarde.






Estando ahí, adentro, sin una sola ventana que los enlazara con el exterior, iniciaron un ritual de besos ladeados en los que sus cabezas se movían en direcciones opuestas, con mucha dulzura mientras ella inclinaba su cabeza hacia atrás, él le daba una serie de besos inclinados y directos en los que se mordisqueaban y se acariciaban levemente con la lengua. Se llenaron de caricias, de apretones, de besos nominales, besos distractores, de besos viajeros y sobre todo, de besos sin reloj, abrieron una dimensión en la que sus fantasmas y sobre todo, su realidad se había quedado flotando afuera, se crearon un mundito atemporal en el que no importaba nada más que sentirse, olerse, lamerse y dejarse derretir hasta plantar el beso definitivo que quedaría para el recuerdo.








Pasó esa noche, lentísima y espesa, durmieron agotados sabiendo que el amanecer les traería el golpe certero de la realidad. Y así fue, una alarma estridente rompió con el sueño profundo al que se habían entregado, era momento de partir, de salir de su burbuja, de abrir las ventanas y permitir sin resistencia que la verdad inundara la habitación, la cama y todo lo que efímeramente había sido para ellos. Ella, en un intento infantil por evadir lo que venía, trató de esconderse bajo las sábanas, sin embargo sabía perfectamente que el futuro era inevitable, había que regresar inmediatamente. Él sencillamente como soldado resignado a morir en la guerra, se puso en pie para iniciar el retorno.

El camino de regreso se caracterizó por un silencio extraño, de recuperación y de asimilación, a cada uno se le iban pegando sus propias sombras, sus cicatrices y sus huecos hasta volver a ser los mismos, pues no tenían otra opción. Ella se quedó en un lugar suave, sin embargo sus pies no se pegaban del todo al suelo; él siguió un camino largo pero conocido, tan conocido que hastiaba. Su despedida fue insustancial, ya no había nada qué decir.



Imágenes: Eugenio Recuenco

Dedicado a Félix, El Embajador de un país muy lejano al mío, con mucho cariño por compartir esa historia y dejarla en mis manos.

mayo 19, 2008

Animales Tristes...




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mayo 12, 2008

Maquillistas Profesionales









A ella le gustaba mucho encerrarlo en un frasco de cristal y hervirlo a “baño María” después da tanto tiempo se había hecho experta en técnicas de conservación; a él le gustaba someterla a cambios drásticos de temperatura, disfrutaba horneándola lentamente para después meterla en el refrigerador; ella lo maceraba, lo salpimentaba y lo espolvoreaba. Él la salaba, la endulzaba y la sancochaba, pero lo que más le gustaba era asarla y desvenarla. A ella le encantaba deshebrarlo o cernirlo, aunque también se excitaba capeándolo.

Se construyeron, se inventaron, se pusieron colores. Armaban planes y cuentos, se imaginaban, se visualizaban, se tejían, se hacían y se deshacían. Se cocinaban, se agregaban y se quitaban ingredientes, se enfriaban, se calentaban, se congelaban, se encerraban, se salían, volaban, aterrizaban, se mataban, se resucitaban, se tomaban de las manos, se descomponían y se reparaban.

Y no eran reales, nunca lo fueron.



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Imagen: Henrik Halvarsson

mayo 01, 2008

Relato de una Cebra Devorada




Entró por la puerta principal, sin permiso pero con el cinismo que caracteriza a los intrusos. Se metió intempestivamente, feroz como un león hambriento, tan seguro que ella no lo pudo detener. Lo dejó pasar hasta el fondo, hasta sus huesos.

Completamente ensangrentada ella necesitaba gritar que una bestia desconocida la estaba deshebrando pero no quería delatarlo, deseaba más. Ese animal conocía perfectamente las leyes de la cadena alimenticia y ella era la presa perfecta: vulnerable, un poco hostil y lo mejor de todo, con el corazón mirando hacia otro lugar.

Algo la detenía a dejarse partir en mil pedazos, quizás la culpa por permitir que un completo desconocido la devorara. Sin embargo, nunca nadie había intentado destazarle el cuerpo con tanto placer, ese placer que duele en las piernas y aunque trató de huir, con la poca fuerza que le quedaba, no pudo, el animal no se iría hasta saciar por completo su hambre; por lo que lo alimentó, sin amor, sin ternura, incluso con una pequeña dosis de odio, pero le dio de comer, asustada, enojada, pero también extasiada, tan satisfecha que reservaría ese gozo como un secreto que solo ella sabría, nadie más.






A la mañana siguiente era una cebra con el cuerpo completamente despedazado y él se había ido sigilosamente. Ella se fue reconstruyendo poco a poco hasta ponerse en pie para recapitular en su cabeza los hechos. Fue real, pasó y ahora con todo y la división que le implicó ese encuentro, quiere volver a verlo, a esa fiera salvaje que devora como ningún otro. Pero no sabe dónde encontrarlo, solo queda esperar, quizás con el tiempo él también quiera regresar, finalmente así son los animales indomables, siempre retornan cuando tienen hambre.
Imágenes: Nicolás Henri

abril 22, 2008

En Busca De Una Boca




Perdió su boca y tenía un problema, ya que no sabía si se trataba de irse, de quedarse, de regresar o de salir corriendo, por ahora los recursos vitales eran la inmovilidad, el silencio y el encontrar en el vacío un poco de fe. Era un lapso de completo caos a su alrededor, sin embargo ese no era el conflicto real y lo sabía perfectamente, había algo más en la profundidad que aun seguía tambaleándose.

Caminaba por los pasillos de su nueva casa a tientas, intentando conocerla y buscando en su interior una respuesta que el mundo de afuera no le ofrecía, los elementos existentes no le proporcionaban la información que necesitaba y peor aún, le estaba costando mucho trabajo adaptarse a ese nuevo espacio. Tocaba su rostro y en su mirada percibía una oscuridad que le aterraba, desde hace algún tiempo se había prometido no volverlo a hacer, no volver a alejarse de su boca, pero ya era demasiado tarde, otra vez la había perdido y tenía que ir en busca de ella.

No sabía por dónde empezar pues a pesar de tener mucha claridad respecto a las razones de la pérdida se le estaba complicando el plan de búsqueda. Pasó noches enteras trazando mapas, estructurando rutas y estrategias, pues no tenía ni la más remota idea de dónde pudo haberla perdido. Recordaba muy poco del accidente, solo tenía leves rastros de una imagen en la que entraba una sombra por la ventana y después de eso no recordaba nada más. Las veces anteriores había sido más fácil pues siempre tenía un lugar concreto en el que sabía que encontraría lo perdido, por ejemplo, cuando buscó sus ojos directamente en un pozo de agua en el que estuvo a punto de morir ahogada. Ahora era distinto pues su conciencia no tenía rasgo alguno de lo sucedido, por lo que las características de esta pérdida apuntaban hacia algo que no le gustaba nada: había que ir al este y cruzar un largo mar. Estaba en su sino, las cosas difíciles de encontrar aparecerán en ese lugar, pero las implicaciones eran difíciles de aceptar pues el trayecto estaba lleno de obstáculos, espejismos y trampas, además de largas horas de angustia y desazón. Sin embargo, no quería continuar con ese mutismo y se armó de valor para salir al rescate de su boca.

Antes de partir decidió poner un poco de orden a su casa, ya que sabía que estaría lejos por mucho tiempo, y al estar limpiando la alacena encontró una puertita extraña cuya existencia desconocía por completo y a la que bastó con dar un leve empujoncito para abrir. Descubrió algo inimaginable: un hermoso jardín lleno de flores, sorprendida se fue acercando poco a poco a ese lugar escondido, mas no podía creer lo que sus ojos estaban viendo y menos cuando al estar dentro pudo ver toda una gama de colores que jamás había contemplado antes; árboles, plantas, un cielo hermoso y hasta un pequeño chopo que era más profundo de lo aparente. Se sintió tan feliz que casi olvida su misión, pero hubo algo que le sirvió para recordarla, más adentrito del oasis encontró una bella amiga que la acompañaría en su búsqueda, una hermosa vaca amarilla, tan bonita y tan tranquila que al verla supo sin lugar a dudas que sería su acompañante y guía rumbo al este. Ambas se miraron con una complicidad implícita, ella prometió alimentarla y cuidarla, por su parte la vaquita amarilla únicamente se limitó a sonreír, y justamente cuando cruzaron la puerta para emprender la búsqueda, misteriosa y mágicamente recuperó su boca, su voz, su lengua, sus palabras. Gritó de gusto pues entonces ya no era necesario partir al este, su boca estaba ahí en ese edén escondido. Agradeció alegremente a su nueva y amarilla amiga, quien desde entonces se quedó a vivir en el jardín mágico de su alacena.



Imagen: Alex Lucka

abril 14, 2008

Homicidio Imprudencial







“Sólo quien guarda las armas bajo llave tiende a disparar sobre todos los demás”

Clarice Lispector, “Cerca del corazón salvaje”



En silencio, lento, casi imperceptible se repetía el peligro, una y otra vez regresaba el agua, lo abismal. Su memoria se desdoblada, se multiplicaba en miles de partículas y no podía, no podía dar paso a nadie más. Su corazón ha tenido un punto de referencia perdido, y la tendencia a caer en el agujero del vértigo lo atrapa, lo envuelve como insecto perdido en una telaraña. Es la ceguera y el miedo, no hay espacio, no hay tiempo y todos sus movimientos hieren. Su boca se ha convertido en un revólver, involuntario quizás, pero revólver al fin.




Imagen: Bekan

abril 04, 2008

Retazo de un incendio provocado


El incendio se llevó todo su bosque, desde ese día sus esfuerzos por encontrar un orden cronológico son inservibles, no ha podido hilar los sucesos de una manera ordenada y mucho menos coherente. Desde tiempo atrás pareciera que su mano derecha intenta reconstruir inútilmente el cadáver que su mano izquierda se empeña en destazar.
Imagen: Nicolás Henri

marzo 28, 2008

La Taxonomista de Mounstros




Tenía todo un cúmulo de mounstros, de diferentes tamaños, colores y formas, toda su casa estaba llena de ellos y es que desde que decidió asumir su condición emancipada comenzaron a salir ilimitadamente. Al principio estaba muy asustada pues ignoraba la existencia de tales seres en su mundo. Después comenzó a sentir una especie de familiaridad con ellos, pero con el paso del tiempo una imperante necesidad de orden la llevó a comenzar una fuerte actividad de clasificación, sobre todo para rescatar aquellos que realmente le pertenecían.

Clasificación No. 1: “los mountros adoptados”, aquellos que por alguna extraña razón le habían resultado agradables, útiles o necesarios pero que no eran del todo suyos y que había decidido llevarse a casa.

Clasificación No. 2: los mountros del tipo “dije burro y quisiste viaje”; aquellos que simplemente se le fueron pegando en el camino pero de los que ella no era del todo responsable ni consciente. Éstos sencillamente eran innecesarios pero estaban allí holgazaneando en su casita.

Clasificación No. 3: "los mountros ajenos y desgastantes"; éstos eran los más importantes porque su origen se debía a la existencia de otros personajes de su vida, por lo que requerían una sub clasificación de acuerdo a la persona de quien provenían, por lo que en la pancita de cada uno colocó una etiqueta que decía algo así: “mounstro de mamá” o “mounstro de Jorge” (su ex) o “mounstro mordelón especialmente peligroso de la abuela Nicolasa”, “mounstro gordo y vampiro tóxico de mi tía Chelito” o “mounstro inútil y pesado de mi papá”.

Y así poco a poco fue culminando esa extenuante y necesaria tarea para después llegar a una difícil decisión: cuáles mountros se quedarían y cuáles era necesario correr de la casa. No sería cruel con los que expulsaría de su mundo, pues sabía que en algún momento de su historia fueron útiles o le ayudaron a sobrevivir en su entorno, sin embargo sí sería determinante con su decisión y, de acuerdo a la etiqueta colocada fue seleccionando mounstritos, unos como fieles compañeros y otros para despedirlos con un dulce beso en la frente.

Y fue así como los que se quedaron pudieron disfrutar de un espacio más libre para correr por toda la casa, y ella de vez en cuando los detenía para observarlos y acariciarlos con detenimiento evocando con el tacto el momento en el que los eligió como compañeros.
Imagen: Henrik Halvarsson

Don´t let Him Waste Your Time

marzo 11, 2008

El Alma en Bocanadas




Cada vez era como empezar de nuevo, como si nunca lo hubieran hecho; ella lo contemplaba todas las mañanas a través de su ventana; él fumando, expulsando bocanadas en espiral, llamándola y mirando de reojo a la mujer que lo espiaba sigilosamente. Él lo sabía, pero fingía que no y la atraía con el humo que moldeaba suavemente con sus labios. Ella salía de su escondite y se iba acercando a él, despacito, sin hacer ruido, sintiendo su propio peso en las plantas de sus pies descalzos.
De repente ella caía, caía al vacío infinito de un abrazo trepador, cerraba los ojos y surgía el desmoronamiento instantáneo en el que su muerte se acercaba lentamente, experimentaba el vértigo y la sensación de caer sin resistencia alguna. Después, en un abrazo de tacto se sumergía en un profundo océano de luces silenciosas en el que su cuerpo cobraba otro estado físico y se derretía perdiendo por completo su forma humana. Finalmente con el apretón en el que sus muslos se entrelazaban, se desprendía expulsada por una fuerza extraña hacia el espacio exterior, se transformaba en estrella fugaz y le gustaba, le aterraba y le gustaba. Sus abrazos eran un gran puente de unión bilateral y también eran un enlace que ella utilizaba para trasladarse a una zona de desprendimientos y muertes chiquitas lentísimas.
Tenían una relación completamente lúdica en la que ella jugaba a morir de amor y él a matarla lentamente con abrazos que le secuestraban temporalmente la cordura, pero ese juego terminaría hasta que él quisiera y ella lo supo una mañana que despertó como de costumbre dispuesta a iniciar el ritual de espionaje y de fingida ingenuidad. Se asomó por la ventana y él estaba allí, exhalando fumarolas con las que ella comenzó a enfermarse, en su pecho experimentó la sensación de un puñal que atraviesa todo lo que se encuentra a su paso, sus piernas se fueron doblando poco a poco hasta caer, en un intento de fortaleza quiso mirarlo por última vez y descubrió todo: el diablo se estaba fumando su alma. Hizo un pacto silencioso con él y había llegado el momento pagar.
El frío y la soledad la orillaron a aceptar un trato cuyas cláusulas eran invisibles, finalmente valía la pena morir teniendo la certeza de haber explotado el corazón hasta la última gota y sin miedo.

Imagen: Nicolás Henri

marzo 06, 2008

El Bosque Enfermo de Katherine




No tenía una idea muy clara de cómo la quería pero empezó a tejer en su cabeza. Sabía el color, la textura y la densidad, más no la forma ni el tamaño. Poco a poco fue permitiendo que sus manos se dejaran llevar por movimientos ligeramente voluntarios y así la fue construyendo, sin patrones, sin un modelo ni una imagen concreta, puntada tras puntada, hilo con hilo fue dándole forma a esa prenda que en realidad era un plan. Tenía varias noches escuchando voces en su cabeza “la venganza es un plato que se come frío”, le decía una de ellas y cuando escuchaba esto apretaba fuertemente los hilos de su tejido y desde sus vísceras ese proyecto iba adquiriendo una claridad cada vez más satisfactoria. No lo haré, pensaba en algunos momentos de lucidez inusitada; sí, si lo haré se contestaba con un tono de voz tan distinto al anterior que parecía venir de otra persona totalmente diferente. Pasaron varios meses tejiendo y destejiendo, agregando colores e incluso nudos, transcurrieron noches enteras con diálogos internos interminables, escuchando todo un collage de voces que se contradecían y se entremezclaban hasta la saturación insoportable. No-lo-haré/Sí-lo-haré/La-venganza-es-un-plato-que-se-come-frío/noloharé/síloharé/lavenganzaesunplatoquesecomefrío.

Una mañana Katherine despertó con sus tres voces más fuertes que de costumbre, miró a John, su marido dormido y lo odió como nunca antes lo había odiado. Tuvo la certeza de inmediato, su telar ahora tenía una forma perfecta y sería para él, aún cuando la memoria tuviera otros rostros y otras historias verdaderamente dolorosas, esa prenda tejida desde su locura sería para él, para nadie más.

Treinta y siete puñaladas pusieron fin a la vida de John; Katherine extrajo un cuchillo de carnicero del matadero donde trabajaba y con él apuñaló y descuartizó a su marido, más este plan no terminaría en ese punto, decidió congelarlo por partes para irlo cocinando con legumbres en salsa, platillo del que se alimentaron sus propios hijos ingenuamente.

Katherine tejió su venganza, y envuelta en su telaraña puso fin al mundo que habitaba fríamente para entregarse a otro del que nunca saldrá para contarlo.


Nota: basado en un hecho real ocurrido en Australia en Febrero del año 2000. Se puede leer sobre el caso en el blog maltratadoras.blogspot.com

Imagen: Danapra

febrero 27, 2008

El Compañero Incómodo


Cada vez que abría el refrigerador lo veía, todas las noches estaba ahí, congelado, con la cara totalmente maligna y petrificada. Se burlaba de ella, que espantada, cerraba con un portazo el aparato y salía corriendo de la cocina tratando de convencerse de que no era real lo que había visto. Sin embargo a la noche siguiente volvía a suceder, ella confiada abría el refrigerador para sacar algún alimento y él estaba ahí, mirándola en silencio con ojos escrutadores y burlezcos. Ella lloraba cada vez que lo veía, se paralizaba de miedo y utilizaba toda una serie de recursos para huir de ese mounstrito impactante que no se atrevía a tocar ni a sacar de ahí.

Él era un mounstrito que ignoraba su origen, un día apareció de la nada dentro del refrigerardor de una mujer a la que disfrutaba torturar con su imagen, nadie le había dado semejante consigna, sin embargo, en cuanto ella abría el refrigerador, automáticamente se disparaba en él un instinto perverso que lo impulsaba a asustarla, pero cuando se percataba de su reacción y de la cara de sufrimiento que ella mostraba, se arrepentía terriblemente.

Ninguno de los dos entendía la existencia del otro, cada noche sucedía lo mismo, ella abría el frigorífico y él la asustaba; hasta que de repente, sin darse cuenta, habían construido una rutina de espanto y reparación de la que cada vez eran más dependientes, tanto, que cada uno esperaba el momento del día en el que sus caras se topaban para después separarse súbitamente.

Hasta que un día ella decidió romper con esa cadena de encuentros y desencuentros, pues estaba comenzando a angustiarse por el lejano contacto con ese ser que la atormentaba y que al mismo tiempo, por una extraña razón, estaba comenzando a necesitar. Ella se preguntaba acerca del origen de esa criatura espantosa, se cuestionaba acerca de sí misma y del miedo que experimentaba al verlo; no encontraba respuesta alguna, la única certeza que tenía era la de saber que estaba dispuesta a enfrentarlo. Por lo que una noche, de ésas en las que el insomnio se hace presente, decidió levantarse y sacarlo de la nevera, tomarlo entre sus manos y acariciarlo suavemente hasta descongelarlo, pero al momento de abrir el refrigerador se dio cuenta de que él se había esfumado, lo buscó desesperadamente, sacó los jitomates, las fresas, la carne y nada, no encontró un solo rastro, él había desaparecido. Se quedó pasmada ante semejante revelación y hasta la fecha no está del todo segura de la existencia de ese mounstro con el que, a pesar de todo, tantas noches se sintió acompañada.

En cuanto a él, nadie lo ha vuelto a ver porque nadie sabe que ahora duerme tranquilamente en el refrigerador interno de ella y que está dispuesto a despertar cada vez que sea necesario, cada vez que haya que enfrentar noches de insomnio y días amarillentos de desolación.

Imágen: Henryk Alvarson

febrero 25, 2008

Ella también regresó a Su Casa



"New Soul"

Yael Naim

febrero 21, 2008

Confesiones de una Medusa de Mar Culposa







Mi presencia en algunas costas se ha convertido en un hecho frecuente, sobre todo en tiempos de soledades y ataques de pánico, esos temporales me acercan hasta la orilla, soy un fenómeno natural que no puede ser detenido, ya que no depende de mi voluntad ni de la de ningún hombre.

Te aseguro que no ataco por placer, tengo unas células urticantes, conteniendo en su interior un veneno y cuando lo suelto, es para cazar o para defenderme de algún peligro real o imaginario.

Por norma general, mis picaduras no suelen ser graves, aunque siempre hay excepciones.

Si hay algo que caracteriza a esas picaduras es la molestia y el ardor que representan.

Síntomas de la picadura de medusa:

Los síntomas comunes a las picaduras de medusas sin contar con que la víctima sea alérgica o tenga algún tipo de enfermedad que haga variar estos, son:

Dolor, emocional y físico
Ardor, emocional y físico
Inflamación, de la parte afectada y sobre todo del lado izquierdo del cuerpo
Enrojecimiento, principalmente del alma
Sangrado, solo en casos extremos y principalmente en la cordura

Primeros Auxilios ante una picadura de medusa:

Cuando una medusa te ha picado, el dolor y picor es inmediato, lo primero que hay que hacer es limpiar la zona afectada por la picadura, si es posible con caricias autoaplicadas.


Nunca deberemos usar agua dulce, ya que aunque parezca increíble, hay aguas dulces muy embusteras que rompen las células urticantes y puedes sufrir otra picadura.


Para limpiar la zona, el suero fisiológico es perfecto y también la saliva de algunos bellos recuerdos.


En caso de no haber, el agua salada también podrá ser una solución, principalmente la que sale de los ojos o de las nubes de otoño.


Durante 15 minutos aproximadamente deberás aplicar frío y resguardo a la zona afectada, no aplicar el hielo directamente sobre la picadura, sino cubierto con algún paño o toalla, si se tiene la posibilidad de recurrir a la mirada de algún oso polar o pingüino, esto será de mucho alivio.


Si hay algún resto de tentáculo adherido a tu piel, debes quitarlo, pero nunca con las manos. Utiliza unas pinzas. Y si esto sucede toma en cuenta que te has quedado con una parte de mí y que eso para mí tampoco es fácil.


También se administrará un antihistamínico, para la reacción y un analgésico para el dolor.


Si el dolor es muy intenso o el estado de la víctima empeora, deberá acudir a un refugio de inmediato.


No hay que frotarse ni con toallas, ni con arena, ni con sirenas, ni con nada que pueda lastimarte más.


Y sobre todo, es cuestión de tiempo, pues de verdad que todo lo cura, todo pasa.









Imagen: Danapra




boomp3.com

febrero 18, 2008

NUDE




Radiohead

febrero 17, 2008

Mujer-Meteorito



Por fin lo hizo: pudo morder la manzana, una “red delicious” entre sus dientes y se convirtió en un meteorito, incontenible, insostenible, inparable. No supo en qué momento optó por ese contacto explosivo al que tanto le temía, pero ahí estaba de repente envuelta en llamas, a una velocidad suficiente como para que nadie pueda detenerle, ni siquiera la caída interminable de los corazones que están a punto de reventar como ampollas. Eligió el vuelo, la explosión y traspasó aquel espejo transparente cuyas venas cada vez eran más espesas. Hoy entró a ese planeta que parecía tan lejano y tétrico, ya no le importa perderse. Con los residuos del miedo fortaleció la tranquilidad de una huída estoica, y con los restos de la tristeza está lista para sentir su piel erizada y para perder ocasionalmente las dimensiones de su cuerpo.
Imagen: Ira Bordo
boomp3.com

febrero 12, 2008

De Regreso a Casa

Se detuvo y estuvo parada mucho tiempo, ahí justo en esa piedra roja, dijeron algunos que la vieron vagando por última vez. Otros dicen que la vieron caminar muy despacio con la mirada perdida y que de vez en cuando se detenía para tocar algún árbol o para recoger un diente de león. Algunos otros dicen que platicaba con perros y gatos callejeros, preguntando por el camino de regreso, pero en ese momento no tenía muy claro hacia dónde quería llegar. Hubo quienes le regalaron mapas o le indicaban el camino con señas, hubo incluso quien le obsequió una brújula. Sin embargo, fue mucho el tiempo que estuvo perdida. Hasta que un día se topó con lo que necesitaba. Primero fueron unos ojos, los ojos flecha de un Mujer Rota que como ella, sabe lo que es estar mucho tiempo lejos de casa; después fue un corazón, el corazón linterna de una Reina Galáctica que conocía perfectamente la sensación de saberse perdido. A mitad de camino las manos de una Cortapelos de tacto suave la guiaron lentamente por la parte más oscura del camino y finalmente un grupo de luciérnagas la acompañaron hasta que ella poco a poco fue recobrando la memoria para regresar a su casa.






Nadie sabe qué pasó estando lejos, a nadie ha contado la totalidad de la historia, dicen los que la vieron llegar que tenía su vestido manchado de sangre y moretones por todo el cuerpo; otros dicen que la sangre no era de ella, sino de un hombre al que mató a quemarropa; muchos otros comentan que perdió la memoria en un accidente automovilístico y que por eso tardó tanto tiempo en regresar, lo cierto es que algo fuerte sucedió, pues aun no termina de desempolvar su casita y se le puede oír llorar durante algunas noches. Y cuando se le pregunta sobre lo sucedido ella simplemente responde: “hice un viaje inevitable, algunas veces para poder conocer nuestra casa es necesario ir y venir de las tinieblas”.

Imágenes: Nicolás Henri

febrero 06, 2008

Expresos en el desierto

La trayectoria para unir un punto con otro está abierta a un infinito número de posibilidades...













Había un camino mágico, ellos lo comenzaron a recorrer en silencio, miraban el paisaje a través de las ventanas del automóvil y no decían nada, únicamente contemplaban los colores y las nubes con su espesito andar. Ninguno de los dos sabía hacia donde llevaba ese camino sinuoso, a lo lejos se escuchaba una canción, los sonidos eran sutiles pero se intensificaban con el silencio que dominaba la escena. Ella miraba de reojo a su acompañante, que aunque desconocido en un nivel cuantitativo, pareciera como si existiera entre ellos una familiaridad fenomenológica que ambos alcanzaban a percibir y con la que se tranquilizaban, por lo que el silencio no era incómodo, por el contrario, era como estar en casa con un viejo compañero de ruta. Detrás de ellos se iban quedando espacios, cuadros, palabras, susurros, perros y colores, muchos colores, cada uno entablaba consigo mismo la conversación que le hubiera gustado proponer y que sin embargo, por alguna extraña razón, no se atrevían. El tiempo transcurría azul, tan azul que era lento y suave. Ellos, arrojados en un desierto inmenso que se los podría tragar sin ninguna dificultad, respiraban el olor de un viaje, la tentación del arrepentimiento y sobre todo, la atmósfera pesada de una trayectoria incierta. Ninguno de los dos hablaría de sus razones, ninguno de los dos hablaría de su historia, ni de su triste final, mucho menos de lo que fue haber traspasado la barrera de la que resulta imposible regresar. Ambos se sabían del otro lado, compartían la complicidad de compañeros de celda, de su propia celda, de su propio infierno y con la mirada habían decidido acompañarse en silencio, dignificando su dolor, el dolor de volver la mirada hacia atrás y reconocer que no hubo ninguna razón para quedarse.






De pronto se toparon con un entronque, era la señal esperada, él se detuvo; ella respiró y sonrió cálidamente. Se miraron y de sus ojos brotó una luz amarilla que lograron intercambiar, lo sabían, los expresidiarios se reconocen a simple vista y aunque decidieron no articular con palabras nada que tuviera que ver con eso, en realidad se lo habían dicho todo. Estaban cansados y temerosos, ellos conocían la distancia, el silencio y el vértigo y veían en los ojos del otro su propia necesidad de equilibrio. Ella se fue bajando del automóvil mientras le enviaba a su amigo secreto una sonrisa a distancia, esa distancia protectora que solo saben marcar quienes han estado sumergidos con cocodrilos en los pantanos . Ella cerró la portezuela y a través de la ventana se asomó para hacer con su mano una seña de despedida, él regresó la señal y se despidió también de su compañera silenciosa y cálida. Pisó el acelerador y se fue dejando a su paso las huellas del automóvil que lo transportaría hacia su nueva parada.

Imágenes: Danapra

febrero 04, 2008

Otros Bosques


..."The heart wants to explode far away
Where nobody knows"
Imagen: Albino Octopus
Canción y frase: Cat Power

El Bosque de Ellas

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enero 29, 2008

Residuos del Inconsciente


-¿Lo viste?
-¿A quién?, ¿qué cosa?
-Eso que pasó y que dejó un olor extraño… como a hierbas
-No, ni vi, ni olí nada
-Estoy segura de que lo vi… es más, huele, aún huele, es… hierbitas
-No sé de qué hablas
-¡Mira¡ detrás de la cortina, ¡ahí está¡
-¡No me asustes¡ No voy a voltear
-Claro, voltea, mira
-Está bien… Ah¡ ¿eso?, ¿eso que se ve detrás de la cortina?
-Sí, eso
-Ah, eso es… eso es… ¿cómo decirlo?... es...
-¿Qué es?
-Un residuo de mi inconsciente, se me salió ayer en mi terapia y no he sabido qué hacerle… no lo quise dejar en el consultorio y me dio pena decirle a la terapeuta. Creí que tú no lo notarías, además huele rico, creo que es un fantasma del bosque.
-¿Qué?, ¿se te salió un residuo del inconsciente en tu terapia y te lo trajiste a la casa sin pensar en las consecuencias?
-Es que ayer trabajé mi niña interior y es muy probable que se trate del residuo de alguna fantasía infantil o algo así, quizás sea un recuerdo relacionado con las vacaciones de verano o de algún sueño. La verdad es que lo quiero. ¿Se puede quedar?
-No lo sé… necesito verlo de cerca… quiero tocarlo…
-Tócalo es muy lindo, creo que es el residuo de un sueño muy bonito, te lo contaré: verás… yo iba volando dentro del vientre de una mantis religiosa, podía contemplar un hermoso mundo con todos sus colores a una intensidad por encima de lo normal, yo sabía que estaba dentro de ella, la mantis, y veía todo a través de su vientre transparente… hasta que…
-¿Hasta que qué?
-De pronto aparecía él, un duende malo, salía con una aguja enorme y comenzaba a perseguir a la mantis para perforarle el estómago…
-Y, ¿qué hacías?
-Le gritaba desde dentro, le suplicaba que no lo hiciera… pero lo hizo, le clavó la aguja en el vientre y yo caí, caí…
-¿Y la mantis?
-No lo sé, desaparecía
-¿Y qué tiene de bonito ese sueño?
-Que fue mi primera caída y… desde entonces encontré el lado placentero de esa sensación.
Imagen: Danapra

enero 21, 2008

Mi Cisne...



No sé qué tenga que hacer, ni sé que tenga que pasar, sin embargo, si es necesario, me compraré un cisne para perder la libertad de suicidarme...
Imagen: Eugenio Recuenco

enero 18, 2008

Se Busca Calor

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enero 16, 2008

La Mordedura Tajante



Lanzó las monedas, el Libro de las Mutaciones habló y la primera sentencia fue anunciada:

La mordedura tajante; el fuego con su adherencia y el trueno con un suscitativo movimiento. Su boca estaba abierta con una obstrucción entre los dientes, quería morder enérgicamente pero no podía unir sus labios.
Había un criminal de por medio, sus huellas eran latentes, él espiaba, él traicionaba, él bloqueaba, él sonreía mientras huía. El aviso estaba dado: “prevenir una lesión permanente”.

Nueve en el primer puesto

Perdió su primera oportunidad, ya era demasiado tarde para aplicar una pena suave, la trayectoria del mal no había sido detenida, los dedos de los pies seguían intactos, la transgresión no fue inmovilizada, el criminal pudo continuar.

Seis en el segundo puesto

Tuvo la opción de morder su carne blanda y desaparecerle la nariz, pero supo que el criminal era un personaje endurecido despertado por el cólera. No pudo ir demasiado lejos, sintió compasión y miedo.

Seis en el tercer puesto

Era el momento de morder ahora la vieja carne seca, sin embargo también era venenosa, despertaría odio, y no quiso enterrar los dientes, sentía que moriría, no tenía ni la energía ni la autoridad para castigarlo.

Nueve en el cuarto puesto

Mordeduras en carne seca, era necesaria la perseverancia, acudir por flechas de metal, recibir más datos, información del criminal que cada vez representaba una resistencia más difícil de superar. Él todavía no daba luz y decidió que su castigo tomaría un tiempo lógico.

Seis en el quinto puesto

Las oportunidades se agotaban, era justo el tiempo para la mordedura en carne magra seca, estaba perseveradamente enterada del peligro, el hecho no estaba siendo fácil, pero sí perfectamente claro. Y renunció al oro amarillo.

Nueve en el sexto puesto

Las referencias indican un criminal incorregible, solo le quedaba tomar el collar de madera, desaparecerle los oídos y condenarlo al aislamiento… pero aún necesita fuerza, las horas pasan y su corazón se aprieta, el criminal sigue suelto y cada día deja más huellas en el lugar de los hechos.
Imagen: Lylia Corneli

enero 10, 2008

Desde el exilio de sí mismo



Los refugiados se dividen en dos clases: aquellos con fotografías y aquellos sin fotografías, dijo un refugiado bosnio”


Dubravka Ugresic, “El museo de la Rendición incondicional”



Desde su exilio se ve a través de la ventana y sabe que está en la frontera, al sur de la cordura, esperando un tigre para pisarle la cola. Y aunque su boca, una vez más no se quiere desprender, dejará que sus venas vuelen como libélulas porque ya está cansada, le gana esa fuerza de gravedad enloquecida y no puede, ya no puede. En ese último intento se arriesgó porque su estómago aún no conocía la acidez suficiente como para descubrir la irreversibilidad del daño, sus bronquios todavía no detectaban la toxicidad de ese oxígeno y sus riñones, esos con los que creía tener mucho contacto, aún no punzaban como bisturís arrepentidos. Desde su exilio sabe que por ahora no pertenece a ningún lugar, sin embargo aún hay pedacitos, recuerdos y fotografías con las que podrá ir tejiendo una nueva prenda para su equilibrio mental.
Imagen: Ira Bordo

enero 07, 2008

La Súplica




“Había dos Isabeles, una que deambulaba por los patios y las habitaciones y la otra que vivía en una esfera lejana, fija en el espacio. Supersticiosa tocaba los objetos para comunicarse con el mundo aparente y cogía un libro o un salero como punto de apoyo para no caer en el vacío. Así establecía un fluído mágico entre la Isabel real y la Isabel irreal y se sentía consolada”

Elena Garro, “Los recuerdos del porvenir”





Sé que soy real, sólo te pido que no me dejes ir, no me desvíes la mirada, no permitas que mi cuerpo sumergido en un lago hemático sea el que cuente mi historia. No permitas que discursos incoherentes narren mi dolor y la inexistencia de un tenedor para anclarme en la tierra. No quiero estar ahí. No permitas que mis brazos se adhieran a esas frías paredes, ni que por mi garganta se deslice la fuga de este meteorito ansioso por llegar a algún lugar, te lo suplico hoy que perdí los mapas; hoy que el amarillento día se me embarra en la piel hasta transformarla en fractales.

Podría rezar, repetir oraciones innumerablemente hasta alterar por completo lo poco que me queda de conciencia. Podría aferrarme a una piedra, a las palabras con las que me enseñaron a invocar una dulce compañía. Podría hacer un último esfuerzo y correr, correr hasta el desmayo. Podría poner de mi parte insertándome los dedos en la clavícula, contribuir vomitando, gritando mi nombre, aferrándome a un árbol hasta convertirme en una fruta extraña. Pero, y te lo digo con el pánico de quien por primera vez se sabe oscuro y perecedero, éste es mi último recurso.

Déjame tocarte por favor, necesito medirte con respiraciones, saber que mi cuerpo tiene la solidificación suficiente para considerarlo real, ayúdame a enlazarme con mi carne, a sentir mis pies, a unificar las miles de partículas en las que he explotado, detenme, dame un poquito de dolor si es necesario, no me quiero perder, regálame una cicatriz que sea un puente severo, mudo y petrificado, haz una fortaleza que encierre gritos, palabras, mensajes inolvidables que fortalezcan mis sentidos ante cualquier amenaza y sobre todo, que sean tus ojos los que me miren antes de convertirme en piedra.




Imagen: Ira Bordo