octubre 20, 2008

Después del incendio...




Todo comenzó con un incendio, el fuego consumió en aquel tiempo todo cuanto encontró en su camino y lo confieso: quise huir, era imposible seguir respirando, sin embargo cuanto más intentaba separarme, más me fui internando en su centro y sin darme cuenta encontré confort en la espesura más densa de los árboles que resultaron ilesos. El movimiento del viento, que poco a poco fue siendo menos tóxico, me fue llevando hasta disfrutarlo como una lluvia después de una larga sequía. Lo he visto morir, lo he visto humedecer, lo he visto languidecer y quedar en los huesos, lo he visto robustecer y llenarse de colores, lo he visto crecer, lluvioso, líquido, fértil. Sé que puede volver a enfermar, que el fuego se adhiere sin piedad y también sé que mientras más me aleje de él, más cercana será mi autodestrucción.








Pequeño post dedicado a todos los amigos que han entrado a este bosquecito, que por éstas fechas cumple un bonito año de vida y que con su toque han contrubuído a su reforestación. Gracias a mi Rotita hermosa, a la Reyna Galáctica, gracias Pete, User Name, Lilith y a todos los que en algún momento han dejado huella de su visita. Besos a todos.






Imágenes: Eugenio Recuenco

octubre 09, 2008

La disolución de la sangre...

La disolución de la sangre significa disolver, eliminar lo que podría causar sangre y heridas: evitar el peligro.
Del hexagrama Huan (La Disolución), Libro de las Mutaciones







Dicen que ocurrió en el kilómetro 19, que el carro se volcó justamente en la zona llamada “El Columpio”, pasando el puente. Cuentan algunos testigos que el vehículo se volcó aparatosamente, que giró alrededor de cuatro a cinco veces, que cualquiera que viera los restos, pensaría que había muerto. No le permitieron mirar las fotografías pero en su rostro quedaron cicatrices que esconden silenciosamente la historia que ella no ha podido recordar.

Desde el día del accidente perdió algo, no en su cuerpo, pues a pesar de la reconstrucción quedó entero; extravió algo profundo cuyo nombre ignora, lo más probable es que no se hubiera percatado de su existencia a no ser porque comenzó a sentir la ausencia, como un órgano interno que solo se reconoce a través de los espasmos. Desde entonces padece la separación, sensaciones fantasma que señalan el dolor de una amputación desconocida.




Ha pasado noches enteras sin poder dormir, desea regresar al lugar, tocar el asfalto, el punto exacto donde ocurrió. Desea pedir perdón, no sabe a quién, quizás al camino, quizás a la muerte, pero en la profundidad de su vacío sabe que no es ella, ni la enfermedad las que le hicieron ingresar a esa angustia; no fue haber rozado la extinción, ni el asumirse perecedera, es algo que va más allá, inefable.
Hasta el momento lo único que es capaz de asegurar es una verdad que esconde y solo se susurra a sí misma cautelosamente: desde el día del accidente soy mala, perversa y oscura. Y efectivamente desde ese día brotaba de ella un sentimiento de desintegración incontenible que la impulsaba a destruir todo indicio de placer, se instalaba en ella una voz tan sádica que le imposibilitaba pensar o sentir cualquier cosa que fuera agradable, creaba imágenes que después exterminaba en cuestión de segundos, pero solo era cruel consigo misma, se había empezado a odiar tanto que no controlaba los impulsos de autodestrucción que con el paso del tiempo se iban acentuando más y más.





Regresar, pensaba que la única posibilidad de sentirse mejor era regresando al lugar, besando el suelo, suplicando una respuesta y tal vez, incluso, tal vez existiera la oportunidad de recuperar lo perdido.

Una noche se dispuso a solucionarlo, la vida había empezado a convertirse en un infierno que no estaba dispuesta a seguir habitando, por lo que decidió volver y guiarse por los vagos datos que tenía en la fragilidad de su memoria. Subió a un vehículo y tomó la carretera, se dirigía al mismo lugar, ella recordaba una laguna y un barranco, creía que todo había ocurrido en el kilómetro 16, pisaba el acelerador y conforme se iba acercando sentía en todo su cuerpo un temblor, su estómago se encogía y el pánico comenzaba a adueñarse de sus manos, estaba a punto de perder el control una vez más conforme iba reconociendo el paisaje, cuando de repente un camión que se acercaba en el carril contrario, la alumbró perturbadoramente con sus luces, fue cuando reconoció el lugar, definitivamente lo había encontrado, sintió una gran emoción, pues creía que por fin obtendría las respuestas que necesitaba. Detuvo el auto y se bajó, lo reconoció, buscó en el espacio, tocó la tierra y solo experimentó el vértigo de un recuerdo que tortura, pero no encontró nada y lo más probable es que nunca lo encontraría. Lloró al sentir la inutilidad de sus esfuerzos, se sentía condenada a vivir atormentada para siempre.

Después de largas horas de llanto regresó al auto, ya se podía percibir la luz de un sol que quiere comenzar a salir, era una madrugada helada, sus cristales se empañaron y al retomar el camino de regreso se topó una vez más con un camión de carga que venía de frente, por el carril opuesto, esta vez las luces que emitía no le resultaron tan desagradables, al contrario, fueron la señal que necesitaba para tomar la decisión; giró abruptamente el volante y se dejó ir de frente al autobús para estrellarse por completo, después de todo, comprendió que lo único que había pasado era que una parte de ella había muerto prensada en el accidente anterior, ahora tomaba la oportunidad de morir por completo y así fue.



Imágenes: Lilya Corneli