octubre 18, 2007

La última nube hasta hoy...


Mirando los estragos de la humedad que muy lentamente penetró por las paredes, acaricié suavemente la ventana, que en ese momento me reflejaba la única parte de mi cuerpo que había salido ilesa, lo confieso: la quise romper para mirar como lo único intacto también puede desmoronarse; una cruel tentación tan latente como el reventar de una burbuja flotando en el aire. Finalmente habría que empezar de nuevo, regresar y ni siquiera al principio, ojala eso fuera posible, sino regresar a un punto tan irreal, tan abstracto que no resulta fácil de encontrar.
Mientras llueve afuera y esto comienza a inundarse, comprendo que aunque hoy no es el mejor momento para partir, lo tendré que hacer más pronto de lo que creí. Lo que voy a decir suena trágico, lo sé, pero no tengo a donde ir. Sin embargo, aunque esta realidad me duele y me embriaga de pánico, también hay un deseo inmenso de hacer maletas, quemar basura y dejar un lugar deshabitado. Hubiera deseado y no sabes cuanto, que este momento se postergara, pues aun no estoy del todo segura de no querer retornar una vez más, como ha sido mi costumbre en los últimos años, pero después de todo tanta agua ya comenzaba a incomodarme, detesto las goteras y si hay una fuerza infalible para mover mis piernas, es el hastío.
Si bien es cierto que en tiempos de lluvias no es conveniente hacer mudanzas, también es verdad que hay tormentas que nos obligan a huir, a dejarlo todo antes de morir ahogado y yo sé que si me quedo más tiempo mis huesos comenzarán a deshacerse haciendo una triste analogía de lo que creí que era mi casa, esa casa que habité en los últimos tiempos, aferrada como una ventosa, la casa que cubrió mi corazón en medio de un bosque oscuro, la casa que armé ingenuamente y que hoy se desbarata por completo, inundada.
Ahora por fin estoy cansada de tapar agujeros en el techo, de sacar a cubetazos el agua que lo único que hace es indicarme el terrible peligro que corro si me quedo. Ahora es tiempo de salir al bosque que tanto miedo me daba.
Gracias por ser una de las nubes más importantes de esta última tormenta, gracias por el agua que empapó mi cuerpo, gracias por demostrarme que mi “casa” estaba hecha de mentiras y que en realidad los mounstros de los que me escondía podrían haber entrado cuando les diera la gana, bastaba con empujar un poquito para deshacer mi refugio, bastaba, como lo hiciste tu, con abrir la puerta y salir para darse cuenta de la fragilidad estoica con que me protegía, no de ti, ni de eso, ni de ellos, sino de las pruebas, las vueltas y las caídas que irremediablemente me muestran de qué está hecha mi estructura, dónde había estado parada y todo lo que queda por reconstruir.
Imagen: Lung Liu

1 comentarios:

Noemí Mejorada dijo...

Es verdad, y cualquier momento es bueno para hacer una mudanza, hasta en medio de una terrible tormenta, si es que es necesario. Este es el momento ¿no? Me parace a mi, que sí. Y sé que alrededor hay muchas partes a dónde ir, éste es un refugio provisional, pero maravilloso, porque así, podemos leerte.

Si quieres, yo te ayudo a hacer las maletas...

Besos