febrero 06, 2008

Expresos en el desierto

La trayectoria para unir un punto con otro está abierta a un infinito número de posibilidades...













Había un camino mágico, ellos lo comenzaron a recorrer en silencio, miraban el paisaje a través de las ventanas del automóvil y no decían nada, únicamente contemplaban los colores y las nubes con su espesito andar. Ninguno de los dos sabía hacia donde llevaba ese camino sinuoso, a lo lejos se escuchaba una canción, los sonidos eran sutiles pero se intensificaban con el silencio que dominaba la escena. Ella miraba de reojo a su acompañante, que aunque desconocido en un nivel cuantitativo, pareciera como si existiera entre ellos una familiaridad fenomenológica que ambos alcanzaban a percibir y con la que se tranquilizaban, por lo que el silencio no era incómodo, por el contrario, era como estar en casa con un viejo compañero de ruta. Detrás de ellos se iban quedando espacios, cuadros, palabras, susurros, perros y colores, muchos colores, cada uno entablaba consigo mismo la conversación que le hubiera gustado proponer y que sin embargo, por alguna extraña razón, no se atrevían. El tiempo transcurría azul, tan azul que era lento y suave. Ellos, arrojados en un desierto inmenso que se los podría tragar sin ninguna dificultad, respiraban el olor de un viaje, la tentación del arrepentimiento y sobre todo, la atmósfera pesada de una trayectoria incierta. Ninguno de los dos hablaría de sus razones, ninguno de los dos hablaría de su historia, ni de su triste final, mucho menos de lo que fue haber traspasado la barrera de la que resulta imposible regresar. Ambos se sabían del otro lado, compartían la complicidad de compañeros de celda, de su propia celda, de su propio infierno y con la mirada habían decidido acompañarse en silencio, dignificando su dolor, el dolor de volver la mirada hacia atrás y reconocer que no hubo ninguna razón para quedarse.






De pronto se toparon con un entronque, era la señal esperada, él se detuvo; ella respiró y sonrió cálidamente. Se miraron y de sus ojos brotó una luz amarilla que lograron intercambiar, lo sabían, los expresidiarios se reconocen a simple vista y aunque decidieron no articular con palabras nada que tuviera que ver con eso, en realidad se lo habían dicho todo. Estaban cansados y temerosos, ellos conocían la distancia, el silencio y el vértigo y veían en los ojos del otro su propia necesidad de equilibrio. Ella se fue bajando del automóvil mientras le enviaba a su amigo secreto una sonrisa a distancia, esa distancia protectora que solo saben marcar quienes han estado sumergidos con cocodrilos en los pantanos . Ella cerró la portezuela y a través de la ventana se asomó para hacer con su mano una seña de despedida, él regresó la señal y se despidió también de su compañera silenciosa y cálida. Pisó el acelerador y se fue dejando a su paso las huellas del automóvil que lo transportaría hacia su nueva parada.

Imágenes: Danapra

6 comentarios:

Noemí Mejorada dijo...

Si la trayectoria para unir un punto con otro está abierta a un infinito número de posibilidades, entonces que fortuna la de aquellos puntos que, lejanos en el tiempo y el espacio, se vieron sujetos por una línea delgada dentro del que sería con el tiempo el famoso bar infierno.

:)

Oye, esa acompañante silenciosa siguió su camino sin voltear hacia atrás???

besos pam!!!

Samantha dijo...

Lo más maravilloso de eso, es que los personajes principales que suelen converger en el bar infierno, de alguna manera u otra ya habían estado en los mismos espacios muchas más veces de lo que nos podemos imaginar, simplemente en los conciertos de Santa Sabina, bailando, cantando disfrazadas, compartiendo desde entonces una conexión.

Y en cuanto a "la compañera silenciosa", tuvo que mirar atrás en algún momento para no querer regresar por ese mismo camino.

Besitos y gracias por visitarme en este espacio también¡¡¡

Vala Sailhin dijo...

Creo que el cielo debe tener algún lugar especial para los que bajan a tiempo de los autos, una estrellita para el sabio que jalá fuertemente el freno de mano y patea al que va al lado, haciéndolo rodar fuera hacia la carretera. Dejando atrás sólo lo que no fue abandonado en el entronque anterior. Todo lo demás, los colores, el desierto, la soledad,todo lo demás es propio...el espacio entre puntos está lleno de errores y de carros y de pasajeros que lanzar...es mejor practicar diariamente, ja...
Besos linda, bonita historia, bien contada!!

Samantha dijo...

Será maravilloso que el cielo guarde un lugar especial para quienes a pesar de todo, se deciden a bajar o a pisar el acelerador, me gusta esa teoría y será muy reparador confiar en eso, a veces las señales para bajar del automovil tienen que llegar a ser terribles accidentes viales de los que resulta muy difícil rehabilitarse.

Besos y abrazos, gracias por tu comentario tan bonito.

:)

Pau Llanes dijo...

te encontré por casualidad... Quedé hipnotizado por tu misterio... te merodearé de vez en cuando para leer tus sueños y contemplar las maravillas de tu imaginación... Saludos a miles de kilómetros... (por cierto, el universo se puede plegar, es un puro asunto matemáticos... dos puntos alejados pueden ser contiguos nada más que deseando)... saludos... pau...

Samantha dijo...

Gracias y bienvenido a merodear este espacio cuando quieras¡¡¡

Por cierto, gracias también por hacer este pliegue visitándome.