mayo 28, 2009

Un dulce y doloroso hilo conductor…





**No hay muerte natural; nada de lo que sucede al hombre es natural puesto que su sola presencia pone en cuestión al mundo. Todos los hombres son mortales; pero para todos los hombres la muerte es un accidente y, aun si la conoce y la acepta, es una violencia indebida.


Despertó. Estaba segura de que él estaba en la habitación, gritó su nombre, lo buscó en el semisueño hasta comprender que no cabía la posibilidad; él tenía tres semanas de haber muerto. Comenzó a llorar, la realidad golpeteaba su pecho de tal manera que era insoportable vivirlo. Cerró los ojos deseando que un sueño largo clausurara la puerta del dolor.


**Dura tarea la de morir cuando se ama tanto la vida.


Durmió una vez más, soñó. La habitación se inundó desde abajo hasta convertirse en una especie de océano, pero había partes que el agua no lograba cubrir dejando ver una hermosa duela. Ella danzaba con él, su cuerpo se movía cálidamente, fluyendo como el mar, no había melodías, solo silencio, el silencio perpetuo de la muerte.


**No se muere de haber nacido, ni de haber vivido, ni de vejez. Se muere de algo.


Despertó. Lo llamó con la voz entrecortada tratando de gritar su nombre. Había algo que ardía como quemadura, solo el llanto profundo y sin aliento mitigaba ese ardor. Deseaba poder meter sus manos entre la piel y arrancar repentinamente lo que fuera necesario para dejar de sentir. Cerró los ojos, soñó que introducía la mano en su boca hasta llegar a su garganta, de ahí jalaba una especie de hilo de fuego que pasaba a lo largo de su columna vertebral, ardía tanto, que ya ni llorar era suficiente analgésico. Pero lo sorprendente era que el hilo parecía no tener fin, y mientras más apresuraba su salida, más insoportable se volvía ese ardor, decidió cortarlo, como cordón umbilical, no estaba lista para sacarlo en su totalidad.


Despertó, seguía sintiendo esa profunda tristeza pero en el fondo aquella imagen onírica la había tranquilizado. De pronto pensó: "cuando esté lista, lo sacaré de tajo. Y si nunca lo estoy, aprenderé a vivir con él. Me acostumbraré a su dulce carbonización".


** Simone de Beauvoir, "Una muerte muy dulce", Ed. Sudamericana.




Imagen: Lilya Corneli




mayo 11, 2009

Viajero...


Él era un viajero pero no lo sabía, se aferraba a la permanencia de su propio eje con tanta tenacidad que parecía inamovible. Sin embargo su naturaleza vertiginosa se manifestaba indomable, llenando de ligereza sus pies, gracias a eso había podido sobrevivir a la tempestad de un amor intermitente.


Quise coincidir, quizás por accidente, en algún momento ser su acompañante; pero él se iba, todo el tiempo, irremediablemente se iba.


Definición minimalista dedicada con todo mi corazón al viajero más involuntario que conozco: Z.I.G.M que además es taxonomista de mujeres policía, experto en armas de fuego y gran estudioso de los abismos puramente humanos.