octubre 28, 2007

Los Mapas (La Conclusión)

...Hay una bolsita en mi vientre en la que guardo un tiempo, un espacio, un universo. Los cuatro estados físicos de nuestro vínculo, las dos polaridades de esa línea en la que tanto tiempo caminamos, yo desde la locura; tú desde la mimetización.






Y mira, tú lo sabes perfectamente, si unes tu mano con la mía se abre todo un mapa en el que podemos visualizar nuestros caminos, nuestras montañas, nuestra hidrografía. Podemos comprender el territorio que por tanto tiempo estuvimos habitando, podemos ver mariposas brotar de nuestras palmas, podemos mirar el efecto del infinito, como poner un espejo frente a otro, podemos ir y venir. Pero sobre todo amor, podemos contemplar las grietas, los pantanos y la larguísima secuencia de tormentas, incendios y epicentros que nos llevaron a cada uno a quedarse tan solo con la mitad de un territorio en contingencia ambiental. Si unes tu mano con la mía se avivarán los recuerdos que hasta este momento se han quedado sin casa, desterrados y extranjeros. Si unes tu mano con la mía lo más probable es que tan solo se trate de un esfuerzo absurdo por revivir un muerto que ha sufrido un terrible paro cardiaco irreversible a cualquier maniobra de resucitación.



Imagen: Ira Bordo




octubre 24, 2007

Los Mapas (Continuación)

...Esa maldita bolsa, alguna vez un recuerdo plateado no paraba de gritar y de repente salió flotando lentamente con sus ojitos cerrados, me pedía que lo dejara salir y por más que le explicaba no entendía razones, le exigí que me mirara a los ojos y cuando los abrió supe porque era plateado: era un recuerdo nocturno.





Lo confieso: una vez por descuido, alguno que otro recuerdo se salió de su atmósfera protectora sin que yo me diera cuenta y murió; peor aún, alguna vez permití con clara intención de berrinche que salieran directito a la muerte, sin embargo, al ver su cara de agonía y sus temblores como peces fuera del agua, me era imposible fingir demencia y entonces corría como corre un paramédico a dar respiración de boca a boca, arrepentida, enternecida y furiosa, para ellos era una heroína; para mí era una cobarde idiota incapaz de recomenzar. También he de confesar que al principio intenté de todo para mantenerlos con vida, compré una pecera altamente equipada para que nadaran pero ellos no son seres acuáticos, compré cubre bocas y máscaras de oxígeno, pero ese tampoco era el problema, el problema es que ya no pertenecían a este mundo, ya no encajaban en mi presente, y sobre todo, ya no estabas tú.



Imagen: Ira Bordo

octubre 19, 2007

Los Mapas (Primera Parte)

Hay una bolsita en mi vientre en la que guardo la cuarta parte de mi vida, toda una historia está encerrada allí, tan frágil, tan lánguida que de vez en cuando salen los recuerdos corriendo por la habitación, despavoridos, como entes invocados por una espiritista. Cada vez que esto sucede siento una enorme tristeza al contemplar su rostro de espanto y desubicación, ellos saben perfectamente que ya no pertenecen a este mundo, que ahora, para mi desgracia y la tuya, han pasado a formar parte de una cuarta dimensión a la que solo se tiene acceso a través del libro de las mutaciones o de nuestras manos unidas; juntas forman un mapa, ¿lo sabías? Y lo importante de este mapa no es la ubicación mediante los puntos cardinales, ni los caminos, ni los lugares, sino el desdoblamiento de puentes en los que es posible unir y contemplar el presente, el pasado y el futuro en un mismo instante. Lo importante de ese mapa, no son los nombres, sino los espejos, los laberintos y las rutas alternas.



Hay una bolsita en mi vientre en la que guardo la mitad de nuestra historia, desde hace un tiempo se convirtió en mi cementerio, aunque no es muy apropiado este concepto pues lo que en ella guardo aún sigue vivo, entonces más bien podría decir que es un refugio para entidades a destiempo y a desespacio. Me conmueve terriblemente ver recuerdos salir y percibir como les va faltando el aire y como sus delgadas piernas comienzan a debilitarse hasta que ya no pueden mantenerse en pie, entonces tengo que apresurarme a introducirlos una vez más en esa bolsa, en ese espacio anacrónico en el que pueden seguir existiendo, ellos saben que no pueden estar aquí, este ya no es su mundo, habría que mantener abierto el I Chin en el hexagrama de La duración, tendríamos que dejarles señales y conseguirles una especie de traje de astronauta para que pudieran ir y venir de un tiempo a otro sin perderse, tendríamos que volver a unir nuestras manos para que pudieran correr libremente.

Imagen: Ira Bordo

octubre 18, 2007

La última nube hasta hoy...


Mirando los estragos de la humedad que muy lentamente penetró por las paredes, acaricié suavemente la ventana, que en ese momento me reflejaba la única parte de mi cuerpo que había salido ilesa, lo confieso: la quise romper para mirar como lo único intacto también puede desmoronarse; una cruel tentación tan latente como el reventar de una burbuja flotando en el aire. Finalmente habría que empezar de nuevo, regresar y ni siquiera al principio, ojala eso fuera posible, sino regresar a un punto tan irreal, tan abstracto que no resulta fácil de encontrar.
Mientras llueve afuera y esto comienza a inundarse, comprendo que aunque hoy no es el mejor momento para partir, lo tendré que hacer más pronto de lo que creí. Lo que voy a decir suena trágico, lo sé, pero no tengo a donde ir. Sin embargo, aunque esta realidad me duele y me embriaga de pánico, también hay un deseo inmenso de hacer maletas, quemar basura y dejar un lugar deshabitado. Hubiera deseado y no sabes cuanto, que este momento se postergara, pues aun no estoy del todo segura de no querer retornar una vez más, como ha sido mi costumbre en los últimos años, pero después de todo tanta agua ya comenzaba a incomodarme, detesto las goteras y si hay una fuerza infalible para mover mis piernas, es el hastío.
Si bien es cierto que en tiempos de lluvias no es conveniente hacer mudanzas, también es verdad que hay tormentas que nos obligan a huir, a dejarlo todo antes de morir ahogado y yo sé que si me quedo más tiempo mis huesos comenzarán a deshacerse haciendo una triste analogía de lo que creí que era mi casa, esa casa que habité en los últimos tiempos, aferrada como una ventosa, la casa que cubrió mi corazón en medio de un bosque oscuro, la casa que armé ingenuamente y que hoy se desbarata por completo, inundada.
Ahora por fin estoy cansada de tapar agujeros en el techo, de sacar a cubetazos el agua que lo único que hace es indicarme el terrible peligro que corro si me quedo. Ahora es tiempo de salir al bosque que tanto miedo me daba.
Gracias por ser una de las nubes más importantes de esta última tormenta, gracias por el agua que empapó mi cuerpo, gracias por demostrarme que mi “casa” estaba hecha de mentiras y que en realidad los mounstros de los que me escondía podrían haber entrado cuando les diera la gana, bastaba con empujar un poquito para deshacer mi refugio, bastaba, como lo hiciste tu, con abrir la puerta y salir para darse cuenta de la fragilidad estoica con que me protegía, no de ti, ni de eso, ni de ellos, sino de las pruebas, las vueltas y las caídas que irremediablemente me muestran de qué está hecha mi estructura, dónde había estado parada y todo lo que queda por reconstruir.
Imagen: Lung Liu

octubre 16, 2007

Tiempo de lluvias


"En tiempo de lluvias no es conveniente hacer mudanzas"